Nota: este artículo trata exclusivamente sobre las tareas y funciones de los cónsules. Ir al artículo principal sobre los cónsules para más información.
Los cónsules en la República Romana
El poder de los cónsules en la República
Durante la República Romana ocupar la magistratura del cónsul era ocupar el cargo de mayor poder político en Roma. Sus acciones y decisiones estaban por y sobre las de todos los otros cargos y magistraturas. En un principio sus decisiones solo podían ser restringidas o anuladas en escasas oportunidades con un veto consular oficiado por el otro cónsul, o por una revuelta grande en el Senado. Así mismo, los cónsules tenían el poder suficiente como para vetar o modificar las decisiones tomadas por los pretores, ediles, cuestores y otras magistraturas de importancia.
Otra limitación al poder de decisión de un cónsul tenían lugar si dicha decisión contradecía lo establecido por una ley anterior. Con la instauración de los tribunos de la plebe la balanza de poder comienza a equilibrarse, ya que estos contaban con la ventaja de que sus decisiones tenían cierta inmunidad sobre los vetos consulares.
Nuevamente observamos una reducción en el poder de los cónsules en el siglo IV a. C., cuando su poder judicial es transferido a los pretores. No obstante, los cónsules podían ejercer poder judicial en casos extraordinarios como crímenes a dignatarios formando un senatus consultum. No debemos ver esto propiamente como una limitación a su figura de poder. Tengamos en cuenta que Roma había crecido en tamaño y extensión considerablemente, y era necesario diversificar las tareas en varias magistraturas para así garantizar el correcto funcionamiento del Estado romano.
Las funciones de los cónsules en la República
Las funciones de los cónsules eran de largo espectro y tenían un gran alcance. Estas iban desde índoles políticos como el convocar a sesiones del Senado y la formación de asambleas hasta el carácter legal como principalmente la formación y proposición de nuevas leyes -hecho que solía traer muchas discusiones entre la clase política romana-. Otra de sus principales tareas era la de ser los artífices de las decisiones tomadas por el Senado y del pueblo.
Militarmente tenían un rango equiparable al de los presidentes actuales y su designación de «Comandantes en Jefe», así mismo sus acciones también incluían el reclutamiento y asignación de las legiones -podemos encontrar, al menos en los tiempos jóvenes de la República, varias anécdotas y recuentos de cónsules parados en un atrio impulsando a los ciudadanos a unirse al ejército. Lo que nos dice que, a su vez, el resultado de una guerra dependía del carisma del Cónsul-.
Los cónsules romanos a su vez oficiaban como generales. Cuando la guerra tocaba a las puertas de Roma estos solían dividir el ejército en dos mitades, una para cada uno de los dos cónsules, e iban a la batalla junto a sus tropas. Si el ejército no era dividido entonces el mando del mismo se alternaba entre ambos cónsules. Un ejemplo de lo anterior podemos verlo durante el desastre colosal que fue la Batalla de Cannas contra Aníbal Barca. Durante dicha batalla el cónsul Cayo Terencio Varrón, quien tenía el mando del ejército, fue contra los consejos de Lucio Emilio Paulo y como resultado miles de legionarios perdieron sus vidas.
No era extraño el ver a un cónsul uniéndose a la batalla junto a sus legiones, lo que daba como resultado que una cantidad considerable de estos pierda la vida antes de terminar su mandato y debieran de ser reemplazados. Volviendo al ejemplo de la Batalla de Cannas, el mismo Lucio Emilio Paulo pierde su vida heroicamente al negarse a abandonar el campo de batalla luego de que incluso un tribuno le ofrezca su caballo para que este intente escapar. Si ambos cónsules morían en batalla el Senado declaraba un Interrex.
Generalmente los cónsules en batalla eran distinguidos del resto de las tropas gracias a sus vistosos penachos de color blanco. También cumplían una función de índole religioso en el ejército, eran los encargados de recitar los augurios antes de emprender una nueva campaña militar.
Los cónsules y el Senado
Es importante no confundir el poder del cónsul con el de un rey. A pesar de tener el control total sobre las tropas, el modelo de gobierno romano aseguraba que el cónsul esté completamente en concordancia con el Senado, ya que sin el visto bueno de este le sería imposible realizar una campaña o acción política.
Polibio de Megalopolis en su sexto libro lo detalla de manera impecable:
Una vez expuesto cómo la República Romana esta dividida en tres especies de gobierno, veamos ahora de qué forma se pueden oponer la una a la otra, o auxiliarse mutuamente. El cónsul, después que revestida de esta dignidad sale a campaña al frente de un ejército, aunque parece absoluto cuanto al éxito de la expedición, sin embargo necesita del pueblo y del Senado, sin los cuales no puede llevar a cabo sus propósitos. Al ejército por precisión se le han de estar remitiendo, provisiones sin interrupción, pues sin orden del Senado; no se le puede enviar ni víveres, ni vestuario, ni sueldo, de suerte que los propósitos de los cónsules quedarán sin efecto si el Senado se propone no entrar en sus miras o hacer oposición. El consumar o no los cónsules sus ideas y proyectos depende del Senado, pues en él está enviar sucesores concluido el año, o continuarle el mando.[…]
Por otra parte, como el pueblo tiene autoridad para concluir la guerra, por más distantes que se hallen de Roma, precisan, no obstante, su favor. Porque, como hemos manifestado antes, el pueblo es el que puede anular o ratificar los pactos y tratados. Y lo que es más que todo, una vez depuestos del mando, toca al pueblo el juicio de sus acciones. De suerte que de ninguna forma pueden sin peligro desatender ni la autoridad del Senado, ni el favor del pueblo.
Polibio de Megalopolis, Libro Sexto.
Funciones de los cónsules en el Imperio
Ya anteriormente a la formación del Imperio Romano, durante la crisis del último siglo de la República, la importancia de la magistratura consular fue decreciendo, sobre todo con la llegada de Julio César.
Una de las primeras medidas como emperador de Augusto fue, efectivamente, la de reducir el poder de los cónsules, removiendo una numerosa cantidad de obligaciones y privilegios. Ocupar el puesto de cónsul pasó a ser solamente un cargo honorífico sin poder real alguno. Invariablemente estas acciones llevaron a que el consulado se convierta en una magistratura pasajera para el Cursus honorum o un simple premio por parte del emperador -ya que algunos emperadores solían premiar a Senadores y amigos con un cargo de cónsul-. Por ejemplo, durante el imperio de Cómodo, a finales del siglo II hubo 25 cónsules.
Esta desvalorización de la oficina llevó a que el promedio de duración cambie del año regular en la República a sólo dos meses, los cónsules solían renunciar y otros tomaban su lugar. Simplemente se buscaba ocupar el puesto a principio de año para ser Ordinarri, ya que el año tomaba el nombre de éstos dos cónsules. El medio para designar al cónsul ya no era exclusivo de la asamblea, sino que también era muy normal que éstos fueran seleccionados a dedo por el emperador mismo.
Cabe hacer una observación, ya que la magistratura se revitalizaba momentáneamente con la muerte de cada emperador, cuando esto ocurría los cónsules gobernaban hasta la instauración de un sucesor.
Los cónsules en el Imperio romano de Oriente
Constantino trae nuevos cambios, su reforma asigna un cónsul a Roma y otro cónsul a Constantinopla (que en ese entonces se llamaba Nueva Roma), lo que obviamente trajo aún más discrepancias. Aún en la partición del Imperio en el Imperio Occidental y el Imperio Oriental cada imperio elegía un cónsul, designado por el emperador correspondiente a cada uno de estos.
Con el pasar de los años ambas magistraturas fueron divergiendo considerablemente en importancia entre el Imperio occidental y el Imperio Oriental.