Los centuriones
El centurión (en latín centurio, plural centuriones) era uno de los rangos militares más antiguos de Roma. En efecto, sabemos gracias a Dionisio de Halicarnaso que los centuriones eran ya utilizados por los etruscos en el siglo VII a. C., y fueron incorporados entre las filas romanas en el siglo VI a. C por el rey Servio Tulio durante su reforma militar del ejército romano.
Como su nombre lo indica, el centurión era el oficial que comandaba a una centuria, y eran por regla general escogidos de entre los legionarios veteranos más experimentados y valientes. Algo que se formaliza como regla tras las reformas militares de Mario que tuvieron lugar entre finales del siglo II a. C. y principios del siglo I a. C. Al ser legionarios veteranos esto garantizaba el manejo de las centurias por parte de oficiales que dominaban las estrategias romanas y entendían qué podían y qué no podían llegar a dar sus hombres.
Características de los centuriones
Armadura y ornamentos
Durante los tiempos de la República romana los centuriones protegían su cuerpo con una cota de malla del tipo lorica hamata adornada en su parte frontal con medallones metálicos finamente ornados (phalerae) los cuales recibían como premio a lo largo de su carrera. En los tiempos imperiales las legiones adoptan como armadura a la lorica segmentata, una armadura modular y, como su nombre lo indica, en segmentos. No obstante, los relieves en las varias columnas imperiales en honor a ciertos emperadores, como la columna de Trajano, muestran a los legionarios utilizando la lorica segmentata y a los centuriones utilizando la lorica squamata, armaduras con escamas metálicas.
Además de los ya mencionados phalerae, otros adornos que el centurión podía recibir como premio eran distintos tipos de brazaletes (armillae) y collares metálicos (torques). Los centuriones eran los oficiales de mayor rango que utilizaban las sandalias caligae, es decir, las sandalias de los legionarios. Los oficiales con un rango superior al de los centuriones utilizaban como calzado el campagus.
Los centuriones de la República y los centuriones del Imperio pueden ser fácilmente identificados por sus armaduras. Los centuriones de la República utilizaban la lorica hamata y los del Imperio la lorica squamata, ambas armaduras pueden ser diferenciadas por su terminación inferior.
Armas
En caso de ser necesario durante la batalla, debido a que el enemigo lograba vencer a las primeras líneas de la centuria, el centurión podía llegar a entrar en combate. Razón por la cual portaban distintos tipos de armamentos que iban desde una lanza denominada hasta a una espada denominada ensis. Aunque a partir de finales del siglo III a. C. el uso de la espada gladius se volvió prácticamente universal en las legiones tanto por los legionarios como por los oficiales. A diferencia de los legionarios, quienes portaban sus espadas en el lado derecho de sus cuerpos, los centuriones solían portarlas en el lado izquierdo; portando solo una daga en el lado derecho.
La cresta transversa
Los centuriones podían ser fácilmente reconocidos en batalla a través de sus cascos galea, de color plateado con una cresta transversal, la emblemática crista transversa. Aunque durante los primeros siglos de la República solían tener un casco con una máscara tallada sobre el mismo similar a las utilizadas por los triarii. Según el historiador romano del siglo IV d. C. Flavio Vegecio el casco con la cresta transversal tenía un fin práctico en batalla:
Además, los centuriones, ahora llamados centenarii, se distinguían por diferentes cimeras atravesadas sobre sus cascos, para ser más fácilmente conocidos por los soldados de sus respectivas centurias. Tales precauciones evitaban cualquier error, pues cada centuria era guiada no sólo por sus propias insignias, sino así mismo por la forma peculiar del casco de sus oficiales al mando.
Instituciones militares, Flavio Vegecio. Libro II, XIII.
La vara de mando
Quizás una de sus características más particulares y visibles era la rama o palo que los centuriones solían llevar siempre consigo. Esta se denominaba como la vitis latina, y era una vara o rama utilizada tanto para dar señales visuales a sus hombres como para administrar el castigato (golpear a un soldado fuera de línea). La vitis era el símbolo de mando del centurión.
Tareas del centurión
La tarea principal de un centurión era la de comandar a una centuria durante la batalla. No obstante, y si bien se los asocia casi exclusivamente con el combate y el aspecto marcial de Roma, los centuriones pasaban la mayor parte de su tiempo realizando tareas organizacionales en el campamento y encargándose del entrenamiento de los legionarios en su centuria. Los centuriones también velaban por el correcto comportamiento y ritmo de sus legionarios durante la marcha de campaña.
Tras las batallas y los entrenamientos los centuriones debían reportar el estado de su centuria a los prefectos o en algunos casos a los tribunos, sus oficiales superiores. A su vez, los asuntos internos de la centuria, como las guardias y el estado de la construcción de las tiendas de campaña, eran reportados al centurión por cada uno de los decanos a cargo de cada conturbernio.
Negociación y mensajería
Durante las guerras civiles de los romanos muchas veces era común enviar a centuriones al bando rival con el fin de transmitir un mensaje de importancia. Un ejemplo histórico de esta costumbre se observa en los eventos posteriores a la batalla de Mutina, cuando Octavio, quien en el futuro se convertiría en Augusto, el primer emperador romano, envía una embajada de ocho centuriones veteranos a Roma con el fin de pedir la consulatura para sí mismo. Esto se debía principalmente a que ningún bando se atrevería a asesinar a un centurión enviado como mensajero, ya que tal acción causaría un gran revuelo y consternación entre sus propios soldados.
Otras tareas
Los centuriones también podían cumplir otras tareas de índole poco convencional pero de carácter crítico. Por ejemplo, durante la Segunda guerra púnica un grupo de centuriones disfrazado de esclavos fue utilizado para espiar y recolectar información sobre el campamento enemigo.
A los embajadores enviados a Sífax les acompañaron algunos centuriones primiordines, hombres sagaces y de valor probado, disfrazados como esclavos del campamento. Mientras los embajadores estaban en la conferencia, aquellos hombres se paseaban por el campamento observando todos los accesos y salidas, la disposición general del campamento, las posiciones respectivas de cartagineses y númidas, así como la distancia entre el campamento de Asdrúbal y el de Sífax.
La historia de Roma, Tito Livio – Libro XXX, párrafo IV.
El optio
Los centuriones elegían a su optio (plural optiones), oficial que serviría como su segundo al mando. Este oficial se encontraba generalmente más cercano al peligro, en la línea frontal, debido a que perder al centurión significaba un golpe grave para la centuria. El optio debía además saber leer y escribir, ya que muchas veces eran utilizados como mensajeros para comunicarse con otros centuriones. Entre los detalles más característicos del optio se hallaba su casco, fácil de identificar por las dos largas plumas en sus costados, y un largo paro con una bola metálica en su extremo con el cual daba señales visuales a la centuria.
La tarea más importante del optio, fuera de reemplazar al centurión en caso de que este caiga en batalla, era el de servir de vínculo entre su centurión y los centuriones de las centurias vecinas. Esta tarea se volvió de extrema importancia cuando el ejército romano fue reorganizado en cohortes.
Ubicación del centurión en batalla
El optio solía ubicarse en la primera fila de la centuria en el lado izquierdo y el centurión en la última fila en el lado derecho. En la imagen a continuación vemos la ubicación de los centuriones y los optiones en las dos centurias que conformaban a un manípulo de hastati o de principes.
El rango de los centuriones
No todos los centuriones eran iguales. Los centuriones que comandaban a las centurias más importantes eran considerados de mayor jerarquía.
Anterior a las reformas de Mario
El historiador griego Polibio, quien escribió en gran medida sobre las legiones que tuvieron su origen tras las reformas militares de las guerras samnitas (315 a. C.) nos brinda un detalle muy interesante sobre la elección y promoción de los centuriones:
De cada una de estas clases de soldados, menos de la de los vélites, se sacan diez capitanes, con respecto al valor. Después de éstos se escogen otros diez, y todos se llaman centuriones, de los cuales el primer elegido tiene entrada en el consejo. Éstos vuelven a elegir otros tantos tenientes.
Polibio, Historias, Libro VI.
En el texto anterior Polibio habla sobre los diez manípulos (divisiones tácticas conformadas por dos centurias) que subdividían a cada una de las tres líneas principales de infantería de cada legión. Podemos observar como el centurión de la primera centuria de cada manípulo, denominado centurión posterior, poseía una mayor jerarquía. Así mismo, vemos también como el concepto de primer centurión (el cual tras las reformas de Mario era comúnmente denominado como Primus Pilus) ya estaba presente.
Tras las reformas de Mario
Cuando se introducen las cohortes tras las históricas reformas de Mario en 107 a. C., los centuriones que comandaban a las centurias de la primera cohorte de la legión eran denominados como los Primi Ordines. Así mismo, el centurión de la primera centuria de la primera cohorte era el más importante de los Primi Ordines y se denominaba como el Primus Pilus (primera lanza). La jerarquía del Primus Pilus era tal que este participaba en las reuniones que tenían los legados y tribunos.
Falvio Vegecio, historiador romano del siglo IV d. C., escribe sobre la importancia y prestigio que estos centuriones tenían dentro de la legión durante finales de la República y principios del Imperio romano:
[las centurias] de la primera cohorte eran mandadas por cinco Ordinarii, que por las disposiciones de los antiguos disfrutaban de grandes honores y emolumentos que se añadían a su rango para inspirar a los soldados de las legiones por la emulación, para obtener tan grandes y considerables recompensas.
Instituciones militares, Libro II, VIII
Centurio speculatorum
Otro centurión con un cargo especial era el Centurio Speculatorum, cuyo rol consistía en comandar a los Speculatores Augusti, es decir, los guardaespaldas directos del emperador romano. Puedes leer más sobre estos guardaespaldas en el siguiente artículo: Los guardias de los emperadores romanos.
Promociones
Como mencionamos al principio de este artículo, no fue sino hasta la introducción de las reformas de Mario en el año 107 a. C. que se establece formalmente como regla el que los centuriones debían ser promocionados de entre los legionarios romanos veteranos y no de entre los hombres de familias relativamente privilegiadas, como solía ocurrir algunas veces en el pasado.
Polibio hace referencia a dos de las características más importantes a la hora de promocionar a un centurión, y esas características eran la perseverancia y el don de mando.
En la elección de centuriones no tanto se mira a la audacia e intrepidez como al talento de mandar, constancia y presencia de ánimo. No se quiere que sin más ni más vengan a las manos y den principio al combate, sino que perseveren en la prepotencia y opresión del enemigo, y perezcan antes que abandonar el puesto.
Polibio, Historias, Libro VI.
El centurión más importante en la legión era el comandante de la primera cohorte, el primus pilus. Alcanzar esta posición no era simplemente una cuestión de prestigio, sino que le otorgaba al centurión varios privilegios entre los que se encontraba el de ser inmediatamente ascendido al orden social de los ecuestres. Tras las reformas militares de Augusto, durante los albores del Imperio romano, el primus pilus solía también prefecto del campamento e incluso en un tribuno angusticlavo. La tribunicia angusticlava era la posición más alta en el ejército romano imperial a la cual un hombre de orígenes humildes podía aspirar, y era el tercer escalafón en importancia dentro de la legión tras el tribuno laticlavo y el legado.
De centurión a emperador
No obstante, existió un centurión de orígenes humildes quien llegó a la cima del Imperio romano: el emperador Maximino el Tracio. Hijo de un campesino godo y de una madre de origen alano, y centurión bajo el emperador Caracalla. Maximino se convirtió en emperador tras ser elevado a este rol por la Guardia pretoriana durante una de las primeras crisis institucionales del Principado.