El Pontifex Maximus
El Pontifex Maximus era la cabeza religiosa del estado Romano. Siendo el sacerdote más alto del Colegio de Pontífices -Collegium Pontificum-. Se encargaba, entre otras tareas, de la Pax Deorum -la paz con los dioses-, es decir de la correcta realización de ritos y costumbres. Como fue normal en los cargos Romanos ésta posición estaba abierta en principio solamente a los ciudadanos patricios, pero luego se abriría a los plebeyos. Su importancia varió mucho desde la República al Imperio, época en la que pasó a convertirse en un título más que aseguraba el carácter divino de las acciones del emperador.
Son muchas y confiables las fuentes que han llegado a nuestros días sobre estos pontífices y sus tareas. Algunas otras fuentes logran confundirnos, ya que se contradicen en gran medida -como por ejemplo lo escrito por Plutarco al respecto-. Varón, por ejemplo, escribió el compendio más importante al respecto, en su obra Libro de los Pontífices. Lamentablemente una cruel jugada del destino hizo que éste libro se extraviara en las arenas de la Historia, y hoy en día sólo nos sea posible acceder a pequeños fragmentos de la obra citados por Nonius Marcellus y Aulus Gellius. Afortunadamente se mantienen conservados los textos de Cicerón, Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso, los cuales son fundamentales a la hora de entender el alcance y funciones del máximo pontifice romano.
Etimología
El título pontifex maximus está constituido por dos palabras: Maximus, como su nombre obviamente lo indica significa superior, mayor; y pontifex que es una palabra de raíz etrusca. Pont, camino en etrusco, hace referencia a la construcción de puentes, por lo que pontifex se puede definir como: «constructor de puentes».
A primera vista es claro que para nuestra civilización y cultura actual un constructor de puentes no tiene relevancia, o mejor dicho, significación religiosa alguna. Sin embargo, en el contexto cultural romano y etrusco antiguo existía una marcada divinización hacia el río Tíber, que era considerado un dios, o al menos una fuerza divina. Por esta razón solamente personas de carácter religioso, y sobre todo personas que pudieran entender y leer las señales divinas del río, estaban dotadas con la suficiente autoridad como para molestar a éste dios con construcciones y artificios producto de la mano del hombre, como lo son los puentes.
No obstante, historiados modernos y contemporáneos a nuestro tiempo establecen que la definición de: «constructor de puentes» es más que nada una alegoría a la tarea de los pontífices de unir el mundo divino con el terrenal. Es decir que son «constructores de puentes», ya que son éstos los que unen lo divino con lo humano.
Orígenes del pontifex maximus
El cargo de pontífice tiene sus orígenes durante el período de la Monarquía romana, cuando Roma era gobernada por los denominados reyes etruscos. No obstante, se redefine ampliamente en su rol de pontífice máximo durante la creación de la República romana. Con la destitución del último rey de Roma, Lucius Tarquinius el soberbio, los poderes religiosos que otrora poseía el rey son divididos en una rama política y otra religiosa. Siendo los cónsules los herederos del mando político y el pontífice máximo junto al Rex Sacrorum -quien estaba subordinado al pontifex maximus– quienes toman las funciones puramente religiosas de los antiguos reyes.
Características
El máximo pontificado no era una magistratura como tal, ya que era un cargo vitalicio y no estaba determinado por un plazo de tiempo preestablecido. Por esta razón el máximo pontífice no podía vestir la toga praetexta -es decir la toga que tenía un borde púrpura indicando la posición política de magistrado-, igualmente se podía distinguir a un pontifex maximus por su cuchillo de hierro, el secespita, de utilización ceremonial (ver: El estatus social y la vestimenta en Roma).
Como varias otras de las oficinas y magistraturas romanas, en un principio estaba sólo abierta a los ciudadanos patricios, pero gradualmente y a medida que se fue dando el Conflicto de los órdenes -la lucha por el acceso al poder de los plebeyos-, se abriría a los plebeyos en el año 254 a. C., cuando Tiberius Coruncanius fuera el primer plebeyo electo máximo pontífice de Roma. De todas maneras seguiría siendo una posición elevada en el sistema social romano y generalmente sólo lograba acceder tanto patricios como plebeyos que proviniesen de ricas o influyentes familias.
Influencia política
Esta oficina comenzó con un carácter estrictamente religioso. Pero, como es costumbre en todas las civilizaciones humanas, sus funciones, las cuales algunas regulaban ciertos aspectos políticos, irían politizándola en gran medida con el pasar de los años. Esto primordialmente ocurría con una de las tareas del máximo pontífice que era la de asignar los días intercalares.
Estos intercalares podían agregar o quitar días al año, extendiendo así los años donde se aplicaban. En la etapa tardía de la República utilizarían éstos meses para favorecer a un amigo o a un aliado político, ya que aplicándolos o dejándolos de aplicar podían extender o acortar los años y así alargar el mando de algún cónsul amigo. Esto se hizo costumbre y el calendario se fue desfasando con respecto a las fases naturales de las estaciones del año.
El problema crecería gradualmente, y en tal magnitud, que Julio César decide que el calendario en curso era tan obsoleto y fallido que un nuevo calendario era necesario. Es así que tiene su origen el Calendario Juliano donde se explican los intercalaris y los problemas que produjo su manipulación con fines políticos-. Similarmente a lo que acabamos de mencionar, la interpretación de varios augurios y signos divinos eran hechas en favor de una amistad política de turno y no basados en las escrituras de los Annales Maximi -que veremos en unos instantes-.
Por último sobre el máximo pontífice, si bien era un título vitalicio, no estaba exento o imposibilitado de adquirir otras magistraturas o servir militarmente, y de hecho varios pontífices máximos fueron simultáneamente cónsules que llevaban a cabo guerras y campañas.
Cantidad de pontífices
En un principio eran seis los pontífices, siendo uno el máximo pontífice quien tenía bajo su cargo a los demás. Este número se vería constantemente modificado cuando entre el 300 o el 299 a. C. la Lex Ogulnia aumentara el número a nueve; número que nuevamente se vería incrementado con Sula a quince y finalmente con Julio César a dieciséis. Siendo quince de estos pontífices flamines. Pontífices específicos de las deidades mayores -es decir se dedicaban exclusivamente a atender y velar por un dios o diosa importante-. Debemos contar además al Rex Sacrorum -rey de los sacrificios- quien, como ya hemos mencionado, realizaba actos religiosos que anteriormente eran tarea del rey durante la monarquía como el sacrificio de animales. Todos éstos pontífices estaban directamente subordinados al pontifex maximus.
Sin embargo, no eran los pontífices los únicos funcionarios religiosos con los que nos podemos encontrar. También teníamos varios puestos menores, pero aun así importantes, como los Augures, Haruspices, Fetiales, otros tres pontífices menores y las veneradas vírgenes vestales. Estas últimas, dada su importancia, estaban bajo la protección y el cuidado directo del pontifex maximus.
Los edificios del pontifex maximus
La sede desde la cual oficiaba sus tareas el pontifex maximus era comúnmente denominada como la Regia (casa real), y en el pasado remoto, antes de que Roma se convierta en una República, era el hogar de los reyes de Roma. Dicho edificio, si bien imponente durante los tiempos remotos de Roma, con el paso de los siglos fue siendo eclipsado por los imponentes edificios de mediados y finales de la República y sobre todo por los edificios construidos durante el Imperio romano. A su vez, la morada en la cual residía este pontífice era denominada como la Domus Publica, y se encontraba ubicada entre la Regia y el Atrio de las vírgenes vestales. Dicha morada pierde su importancia cuando el cargo de máximo pontífice es acaparado exclusivamente por los emperadores, razón por la cual en el año 64, durante la reconstrucción de Roma que tuvo lugar tras el incendio de Nerón, es reconstruida como una parte más del Atrio de las vestales.
Elección del Pontifex Maximus
Durante la República
Primeramente se utilizaba el cooptatio para realizar la elección de los miembros del Colegio de pontífices. Esto ocurría cuando los miembros remanentes entre los pontífices elegían a los nuevos miembros a ocupar el cargo. Pero dicho método no sería eterno y se abandonaría la en el año 104 a. C. cuando con la Lex Dominitia establece que la selección sería llevada a cabo por la Comitia Tributa -una asamblea de votación de ciudadanos romanos-.
Sin embargo, menos de la mitad de las tribus de voto de la ciudad estarían representadas bajo dicha ley -cabe ser aclarado que esta era la selección del Pontifice Máximo, quien a su vez era el que luego elegía a los otros pontífices-. Fue Sula quien al tomar el poder la destituye, pero Julio César, quien ocupó este cargo, fue quien la vuelve a poner en vigencia cuando toma el poder de Roma.
Durante el Imperio
Durante los tiempos del Imperio romano y comenzando con Augusto, el primer emperador romano, el mismo emperador era a su vez y en simultáneo el máximo pontífice -algo que le deba peso religioso a su mandato-. Por ende, el emperador también era el encargado de elegir al resto de los pontífices. Vemos como con esto se completa un círculo, ya que el poder religioso vuelve al monarca, tal como lo estaba durante los tiempos de la Monarquía romana anteriores a la República.
Funciones y tareas del pontifex maximus
Si bien el Colegio de pontífices no era el único colegio religioso en Roma, éste era sin duda alguna el más importante y renombrado de todos, y por ende sus funciones eran de suma importancia. Así mismo el Collegium Pontificum llevaba a cabo los rituales religiosos que no tenían un colegio propio, como por ejemplo los Augurios, los Decemviri Sacris y los Fetiales entre otros.
La Pax Deorum y los Annales Maximi
La función principal del Colegio, y por ende del máximo pontífice, era la Pax Deorum -paz con los dioses–, y consistía en comprender sus deseos y designios divinos, así como complacerlos y mantenerlos conformes.
Una de las mayores herramientas para concretar la Pax Deorum, y sin duda alguna una de las obligaciones más importantes, radicaba en la correcta recopilación y compilación de signos o eventos, presumiblemente de carácter divino, y unirlos a su respectiva significancia religiosa. El Annales Maximi era donde tales designios celestiales eran anotados y compilados.
La utilidad de crear esta especie de enciclopedia mística radicaba en otorgarle un mejor conocimiento de los dioses y de sus deseos a las futuras generaciones. Quienes, según creían los romanos de la República, podrían contar con una base de conocimiento que les sirviese de guía –un buena analogía es comparar el sistema con el actual sistema jurisprudencia legal-. La división y organización de tal recopilación era meticulosa y formaba un cuerpo de conceptos que otorgaba diferentes dogmas bajo los cuales los pontífices podrían posteriormente basarse para comprender el deseo de los dioses o dar augurios.
El mantenimiento del calendario romano
Llevar a buen término el fasti, es decir el calendario romano, era una tarea de suma importancia para el máximo pontífice. No solo éste, en base a la observación de la luna, establecería los idus y las nonas, sino que también era el encargado de asignar los meses intercalaris.
Velar por las vestales
Quizás no una función en sí misma pero si definitivamente una tarea muy importante del máximo pontífice era el encargarse de velar por las vírgenes vestales, y esto se puede ver al observar que la Domus Publica y la Regia -el hogar del Máximo Pontífice y su sede respectivamente- se encontraban muy cercanas al templo de estas jóvenes sacerdotisas.
Otras funciones varias
Varias otras funciones de menor importancia podían también llegar a ser realizadas por el máximo pontífice, como por ejemplo la de supervisar el funeral de una personalidad importante de Roma, o muy raramente el ofrecer culto a un dios particular (tarea que como vimos en este artículo era relegada a los flamines).
El Colegio de los nueve augures
El Colegio de los nueve augures era un colegio de suma importancia precedido por el máximo pontífice. Su cometido, o misión, radicaba en indagar las intenciones de los dioses ante una decisión grave a ser tomada por el gobierno.
El ritual consistía en que el Máximo Pontífice se dirija, precedido por quince flamines, al centro sagrado de la ciudad y captara el vuelo de los pájaros -tal cual como lo hiciera Rómulo antes de fundar la ciudad-. Posteriormente el ritual se modificaría y consistiría en estudiar las vísceras de un animal sacrificado. Si la ocasión era incluso más grave se enviaba una delegación a Cumas para interrogar a la sacerdotisa de Apolo, la Sibila. En varias ocasiones, tras la pérdida de una gran batalla o una gran revuelta interna no era extraño que se enviara una misión a consultar el oráculo de Delfos.
El pontifex maximus en la era Imperial
Octavio Augusto, el primer emperador de Roma, se convierte en pontifex maximus cuando Lépido muere en el 13 a. C. Esto le da la posibilidad de ser el que eligiese a los pontífices y cambiando así el carácter de la oficina para siempre, la cual pasaría a ser un título más del emperador.
De esta manera perdería gradualmente su importancia histórica y serviría simplemente como una referencia a la divinidad al emperador y sus acciones. De aquí en más los pontífices elegidos no lo serían por su conocimiento de las deidades ni sus habilidades, sino que pasarían a ser una decoración imperial a los ciudadanos que el emperador quisiera premiar.
En el cristianismo
Fue Flavio Graciano (Flavius Gratianus), de la dinastía imperial Valentiniana, quien en el 381 d. C. declinó el ser nombrado con dicho honor. Por lo que el título fue absorbido por el Papa cristiano, manteniéndose en vigencia por casi 3000 años hasta nuestros días como uno de los nombramientos más longevos y antiguos.